Era de guerrillero, de madrugador atrasado
de hombre cicletero con calle de pintor
bordado a mano y con ponpones
con los colores de tu pelo y tu chaqueta.
Siempre cubrió mi cama,
hasta que conoció tu cuello refugio
y ahí se quedo
jueves, 23 de agosto de 2012
domingo, 29 de julio de 2012
En seis meses aún no llevamos ni uno solo completo juntos
cada uno vive su vida
sin compartir prácticamente nada.
viajamos pero volvemos a volver,
nos abrazamos y volvemos a despedirnos,
nos extrañamos y volvemos a olvidarnos,
nos contamos lo que nos acordamos
y dejamos siempre muchos vacíos
que se llenan inevitablemente con dudas
con preguntas, con supuestos y más vacíos.
Creamos una rutina de llamadas
para consultar siempre por lo mismo,
mandándonos besos que nunca llegan.
.
.
.
yo quería preguntarte si esto te sienta bien
cada uno vive su vida
sin compartir prácticamente nada.
viajamos pero volvemos a volver,
nos abrazamos y volvemos a despedirnos,
nos extrañamos y volvemos a olvidarnos,
nos contamos lo que nos acordamos
y dejamos siempre muchos vacíos
que se llenan inevitablemente con dudas
con preguntas, con supuestos y más vacíos.
Creamos una rutina de llamadas
para consultar siempre por lo mismo,
mandándonos besos que nunca llegan.
.
.
.
yo quería preguntarte si esto te sienta bien
Dejó la bolsa junto a la mesa y se sentó en el sofá, con la mirada apagada en cualquier punto. Luego se levantó, caminó hacia la habitación y se echó en la cama con la chaqueta puesta.
Le pregunté si prefería un té o una bebida, mientras me sacaba el traje de baño aún mojado. Busqué algo que ponerme en el clóset. Ver nuestra ropa mezclada me hizo darme cuenta de lo separados que estábamos fuera de ese ropero.
Si algo afectaba su estado de ánimo, la insistencia de su silencio no hacía otra cosa que agravarlo. Él callaba y yo me esforzaba en interpretar su mutismo, poniendo en mi boca las palabras que no se atrevía a decir.
Por unos segundos tuve la ilusión de que nuestra conversación se volvía amable y trivial. Además de su afecto, extrañaba esa inconsistencia que acompañaba nuestra rutina, una corriente invisible que semana tras semana nos llevaba a encender el dvd en la noche hasta quedarnos dormidos, o ir juntos al supermercado al que ahora iba solo. Apoyé una rodilla en el borde del colchón. Lo miré. Tenía los ojos brillantes y asustados.
Observé su ombligo, asomándose entre dos botones de su camisa: era lo único que no había cambiado de él en el último tiempo.
-Podría amarrar tu pie al mío, ¿sabes? Después de todo comparto mi vida contigo, dije.
-Lo sé, y no sabes la pena que todo esto me da. Estoy confundido.
Estoy confundido era una aterradora primera frase de escuchar, especialmente si no venían otras después. Se paro de la cama, revisó su celular y dijo "me tengo que ir..."
Le pregunté si prefería un té o una bebida, mientras me sacaba el traje de baño aún mojado. Busqué algo que ponerme en el clóset. Ver nuestra ropa mezclada me hizo darme cuenta de lo separados que estábamos fuera de ese ropero.
Si algo afectaba su estado de ánimo, la insistencia de su silencio no hacía otra cosa que agravarlo. Él callaba y yo me esforzaba en interpretar su mutismo, poniendo en mi boca las palabras que no se atrevía a decir.
Por unos segundos tuve la ilusión de que nuestra conversación se volvía amable y trivial. Además de su afecto, extrañaba esa inconsistencia que acompañaba nuestra rutina, una corriente invisible que semana tras semana nos llevaba a encender el dvd en la noche hasta quedarnos dormidos, o ir juntos al supermercado al que ahora iba solo. Apoyé una rodilla en el borde del colchón. Lo miré. Tenía los ojos brillantes y asustados.
Observé su ombligo, asomándose entre dos botones de su camisa: era lo único que no había cambiado de él en el último tiempo.
-Podría amarrar tu pie al mío, ¿sabes? Después de todo comparto mi vida contigo, dije.
-Lo sé, y no sabes la pena que todo esto me da. Estoy confundido.
Estoy confundido era una aterradora primera frase de escuchar, especialmente si no venían otras después. Se paro de la cama, revisó su celular y dijo "me tengo que ir..."
domingo, 22 de julio de 2012
lunes, 4 de junio de 2012
domingo, 3 de junio de 2012
domingo, 27 de mayo de 2012
todas las tardes de universitaria me metía por el mismo pasaje para acortar camino hacia la micro: el motel california en la vereda izquierda (del que realmente nunca fui ni fuimos clientes) y en la derecha un escritor en su habitación oscura, siempre produciendo algo, hablando con alguien más sentado en su escritorio, escuchando música, recitando en voz alta. Yo me sentaba bajo su ventana y lo escuchaba todos los días un rato. Iba armando su historia de a puros trozos
lunes, 21 de mayo de 2012
viernes, 18 de mayo de 2012
jueves, 17 de mayo de 2012
me preguntan mi segundo nombre y como siempre no se los digo porque no me gusta, y les invento que es secreto.
Javiera me cuenta que tiene tres nombres y que el segundo es Carolina, como su mamá que ya no está.
Francisco me reta a que adivine su segundo nombre, y dice que si acierto me contará su secreto.
Lo hago y, sin saber muy bien cómo llegamos a este grado de intimidad, me dice que el es igual a Javiera, pero al revés, porque su papá es el que ya no está.
No dice nada más,
nos quedamos mirando profundo sin pestañear y la boca apretada de dolor.
Se tapa la cara y Javiera interpreta su sentir.
Después de eso les cuento mi secreto, que suena casi como una anecdota al lado de los suyos, les digo lo grandes que son... y me voy con una sensación agridulce de cómplice intrusa.
Javiera me cuenta que tiene tres nombres y que el segundo es Carolina, como su mamá que ya no está.
Francisco me reta a que adivine su segundo nombre, y dice que si acierto me contará su secreto.
Lo hago y, sin saber muy bien cómo llegamos a este grado de intimidad, me dice que el es igual a Javiera, pero al revés, porque su papá es el que ya no está.
No dice nada más,
nos quedamos mirando profundo sin pestañear y la boca apretada de dolor.
Se tapa la cara y Javiera interpreta su sentir.
Después de eso les cuento mi secreto, que suena casi como una anecdota al lado de los suyos, les digo lo grandes que son... y me voy con una sensación agridulce de cómplice intrusa.
domingo, 13 de mayo de 2012
En el mes del mar ibamos con mi hermana a dibujar barquitos al puerto de Valparaíso.
Solo un día al año, una mañana, con gorros, parka verde ella y parka roja yo;
con nuestros block, una tablita para apoyarnos, nuestros grafitos, pinceles y frascos de témpera. La profesora de artes también iba, y nuestros papás, y esas escalinatas se llenaba de niños sentados en ellas tratando de reproducir de manera más fidedigna lo que sus ojos captaban, con la nariz roja de frío y las manos congeladas. Yo nunca gané, dice mamá que a veces quedábamos seleccionadas. Mi hermana una vez si ganó y se llevó una caja llena de materiales artísticos.
Solo un día al año, una mañana, con gorros, parka verde ella y parka roja yo;
con nuestros block, una tablita para apoyarnos, nuestros grafitos, pinceles y frascos de témpera. La profesora de artes también iba, y nuestros papás, y esas escalinatas se llenaba de niños sentados en ellas tratando de reproducir de manera más fidedigna lo que sus ojos captaban, con la nariz roja de frío y las manos congeladas. Yo nunca gané, dice mamá que a veces quedábamos seleccionadas. Mi hermana una vez si ganó y se llevó una caja llena de materiales artísticos.
jueves, 3 de mayo de 2012
nostalgia de la chasquillita
el primer día que te vi, la lolo me teñía el pelo, y mientras me lo secaba me dijiste que me quedaba bien esa chasquilla.
me la cortaste cuando nos empezábamos a conocer una noche de abril en mi pieza de Sazié, mientras decías que cerrara los ojitos y que no me pusiera nerviosa (aunque igual lo estaba).
me la cortaste la noche de un sábado de octubre en tu baño, cuando todo se desmoronaba, y yo sentí que ese acto simbolizaba algo importante, un nunca más.
hoy me la corto solita, siempre me queda chueca, e inevitablemente siempre deseo que vuelvas a cortármela tu, minucioso, poniendo tu mano para que no me caiga pelito en los ojos, de cerca, con amor.
me la cortaste cuando nos empezábamos a conocer una noche de abril en mi pieza de Sazié, mientras decías que cerrara los ojitos y que no me pusiera nerviosa (aunque igual lo estaba).
me la cortaste la noche de un sábado de octubre en tu baño, cuando todo se desmoronaba, y yo sentí que ese acto simbolizaba algo importante, un nunca más.
hoy me la corto solita, siempre me queda chueca, e inevitablemente siempre deseo que vuelvas a cortármela tu, minucioso, poniendo tu mano para que no me caiga pelito en los ojos, de cerca, con amor.
sábado, 28 de abril de 2012
todas las mañanas faltando para las ocho
ella subía las escaleras del metro el llano
con su delantal de parvularia puesto como los niños de básica
(o como Gabriel que a los 24 aún lo hacía)
con sus bototos con puñito crema.
Yo la miraba desde atrás, adorando sus bototos
sacándole mil fotos con los ojos para recordarlos siempre.
Y el otro día, por casualidad, mientras compraba el pan
me acerco a una vitrina
y los veo ahí mismito
los bototos del puñito que quise quise tanto
me siento descubridora de un tesoro
que nadie mas entiende ni valora
solo yo
ella subía las escaleras del metro el llano
con su delantal de parvularia puesto como los niños de básica
(o como Gabriel que a los 24 aún lo hacía)
con sus bototos con puñito crema.
Yo la miraba desde atrás, adorando sus bototos
sacándole mil fotos con los ojos para recordarlos siempre.
Y el otro día, por casualidad, mientras compraba el pan
me acerco a una vitrina
y los veo ahí mismito
los bototos del puñito que quise quise tanto
me siento descubridora de un tesoro
que nadie mas entiende ni valora
solo yo
domingo, 22 de abril de 2012
sábado, 21 de abril de 2012
la noche de ayer caminé por blanco desde mi trabajo hacia el centro
llegué hasta el santa isabel
entré al pasillo del shampo
y me llevé uno amarillo.
Hoy al bañarme y lavarme el pelo lo olí
y llegaste tu de pronto a mi ducha.
Es la pareja del bálsamo que me tenías en tu casa
y que yo combinaba con tu shampo capilatis de ortiga
para que no me costara tanto desenredar mi pelo largo
y que me encantaba porque es cítrico y fresco,
"como tú caracola" me decías siempre
domingo, 15 de abril de 2012
bebemos sauvignon blanc una noche de domingo,
luego de una cena de langosta con guarnición, como dices tu
hacemos muchos salud, como siempre
a mi me dan pena algunos de esos salud
y antes de las 11 nos vamos a la salita de los escritorios
y trabajamos como antes, de noche
cada uno en su silla, en su puesto
y somos los mismos otra vez
los de siempre
con tu tic de mover las piernas todo el tiempo, tu música de fondo
y mi tecleo silencioso
escribiéndote cosas aquí, que veras siempre después, a destiempo
viernes, 6 de abril de 2012
Nadie más en el mundo sabía que nos encontrábamos ahí ese domingo
con ese calor de febrero
en ese pueblito de las maravillas.
Luego de ver el kalimba y sacarle sonidos, llegamos:
era un patio de bonsais,
de fondo música clásica y una atmósfera de paz y tibieza única.
No sentí ganas de hacer fotografías
recuerdo que solo miraba cuantos años tenía cada uno,
y cual era como sacado de un micro bosque.
Ganó uno que era de tronco delgado, alto y hojas rojizas muy otoñal
pensé que lo había visto mil veces en avenidas, con sus hojas de tres puntas,
que he guardado entre medio de libros para que se mantengan estiradas.
Hablábamos bajito,
caminábamos lento entre ellos,
sus macetas era piedras largas y planas.
De no haber sido por ti jamás hubiese llegado a ese lugar
y hoy lo escribo porque se han cruzado tres cosas lindas: en mi velador descansa la primera novela de Zambra llamada Bonsai; en mi sueño de la mañana nos regalaban ese bonsai lindo que descansa en el departamento de tu madre; y hoy nos reencontramos y en algún momento de la tarde, cuando te tenía en mis brazos, sentí que vivíamos en ese micro mundo de lo calladito y mágico.
lunes, 26 de marzo de 2012
lunes, 5 de marzo de 2012
Hay veces en que comienzo libretas que nunca termino de llenar. Me gusta tomarlas luego y releerlas, volver a sentirme similar a ese momento. Hoy empecé una y escribí de ti, quizás porque te lo debía y me lo debía a mi también; quizás porque el corazón jamás deja de latir, de decir y reclamar, quizás porque me gusta imaginarte leyéndome como lo haces siempre.
Camisita verde
me dices que me amas en la ventana
mientras pelo mi naranja
con mi chasquilla larga en el desayuno.
Me regalas té de limón y cocinas agridulce para los dos.
Yo te toco los labios con mi dedo
para decirte que te quiero besar esa boca bonita y tan pequeña.
Ayer empezaste a usar chalitas
y hoy nos tomamos un jugo de papaya
mientras los de la micro nos miraban
adivinando quizás
que los bichitos verdes en nuestros brazos a la sombra de ese árbol
van a quedar indiscutiblemente en los dos
y será el parque El Llano otro más de los telones
de esta preciosidad de sentirte un poquito más acá
tal cual lo siento cuando me rozas en el supermercado
cuando me besas el pelo en la escalera mecánica
o me coges la manito por debajo de las cosas que llevamos
para almorzar juntos mañana
again
Caminando por el parque El Llano me cuentas de tu amor por las niñas y esa hija imaginaria a quien enseñarle a no extrañarte para cuando te vayas. Pensamos en lo erótico de las máquinas de ejercicios, te sacas tu cortaviento y me tapas el sol con tu cabeza mientras hablamos de cafés con piernas y de la inmediatez del gesto.
Te devuelves a buscar el colet que perdí y entras al banco con bicicleta sosteniendo mis libros mientras hablo por teléfono de la Colomba con mamá y pierdo mis billetes azules nuevos.
Nos sentamos en una plaza, tu enciendes un cigarrillo y yo aprendo las cicatrices de tus manos. Detrás de tus marcos rojos hay ojos llenos de ternura pícara que se funden con esa bufanda de partido socialista que aún no existe, con tus obsesiones vaqueras de permanecer, protegiéndome de los susurros, develando lo que callo cuando te veo mientras tu boca se mueve y tu voz sale suave y entiendo lo que dices y lo que no también.
Una foto de los dos entre las escaleras mecánicas del metro Franklin, con esa luz, parados, aplazando el subirte a la bici y el tomar esa escalera sin voltear, despidiéndonos para quedarnos igualmente junto al otro, sin otra certeza más que la de saber que nuestras sonrisas se encuentran, que los abrazos te guardan, que cada segundo cuenta en este otoño lleno de algo que no se decir, y que tampoco necesita ser nombrado para existir.
martes, 7 de febrero de 2012
lunes, 30 de enero de 2012
ollas nuevas
No hubiese sido necesario que te levantaras temprano tu sábado,
que pidieras que tu amigo te acompañara,
el metro, la micro y todo el vitrineo.
Porque si te hubieses quedado conmigo
sabes
aún tendrías mis ollas
y yo te habría hecho el arroz.
viernes, 27 de enero de 2012
jueves, 12 de enero de 2012
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