sábado, 6 de febrero de 2010

lo soñé

Sólo pienso en ti y en nuestros roces que no han nacido aún, en una noche sureña, con mantas y olor a tierra húmeda, a río calle calle y ojos de luna llena; la madrugada entrando por la ventana, tu silueta de palabras y esa boca besando mi hombro.
Seremos lo que no somos capaces de ser junto a este mar que te despierta y me baña, que te cabalga y me galopa. Haciéndonos retroceder a las antípodas del flujo, al baúl de todas las preguntas, a la semilla y el secreto de las raíces; no está aquí, no nos navega ni surca, hay que partir para encontrar, vamonos pronto, empaca tu beso y el sol.
Un despertar desnudo ante la ausencia tibia de un recuerdo golondrino que no sentí partir... antes de voltear estiro mi mano palpando tu sitio vacío, después mi cabeza que comprueba tu sentencia primera. Queda el piano, tu libreto de Hamlet, solo hielo en tu vodka, los columpios, tu vaivén en el cielo y conmigo, Ñuñoa, tu número.

(la caracol se durmió
la beso en la boca y me voy)
llamarte solo para escuchar tu "aló, buenas noches" y luego huir y esconderme en las profundidades de la voz que muda permanece en mi boca, aunque tu ya sabes y sueltas una risa que viene a buscarme de la mano y te saludo y te deseo buenas noches, mientras todo está y se siente tan bien.

jordi lloret

Justamente estaba mirando tu foto en el diario y pensaba en algo así como sacarte todos los pelos. Tienes cara de abuela de ojos chicos. Y me sigue pareciendo que tu recuerdo es inseparable de tu risa de aymara tostado; no de pan, sino de altiplano. Quizás dónde andarás hoy día. Si te tocó selva, seguro que por tu canal de los muertos. Si fue puerto, tal vez patiando restos de la feria del miércoles. Deberíamos juntarnos como antes en tierra del fuego esquina magallanes.
Sin duda se parecía a Diego en algo; en su piel, en la barba, en los dientes, la boca, el pelo... se sentó en la mesa dos y no le importó que la cocina ya hubiera cerrado. Su intención era pedir dos jarras de cerveza con manzana. Yo me comí mi salteado vegetariano en la barra para que me mirara, me reí y lo miré de vuelta un par de veces. Cuando se iba lo despedí en la puerta. Su amigo barman no le aseguró que trabajara por mucho tiempo más ahí:
- Pero no importa, vamos a estar los demás -dije metiéndome en su conversa-
- ¿Tú vas a estar?
- Si
- Razón de sobra para volver
-...
En mitad del invierno velábamos a su padre muerto el día de los padres; yo llevaba la parka con chiporro y él mi bufanda a rayas. Teníamos las narices rojas de frío a pesar de todas las velas prendidas. Lo único bueno que hice fue abrazarlo como nunca antes lo había hecho, como quien esconde en su cuello a un ser muy pequeño para que nadie lo vea ni tenga ya más frío. Luego lancé la pregunta más tonta que podía haberle hecho:
-"¿qué vas a hacer ahora?"
-"nosé...supongo que llorar un tiempo y guardar un silencio largo"
Empezamos su silencio esa noche, caminando por las calles de dunas vacías, cambiando en cada paso, dejando atrás todo lo que habíamos sido hasta ese momento, olvidándonos de nuestra edad y de la vida que había que seguir.

viernes, 5 de febrero de 2010

tú eres como un eclipse a veces a plena luz del día:
una sonrisa enceguecedora mezclada con un silencio que retiene millones de frases de amor que se te empiezan a escapar por los ojos de pronto y ahí es cuando yo me deshago.

martes, 2 de febrero de 2010

jotaiemei

Hacía tanto tiempo que no me tomaban la mano en la madrugada de un viernes, atravesando calles próximas a la cordillera, lejanas a una fría intención. A pesar de ser muy temprano para un paseo y muy tarde para el amor, esa ventana que hiciste en el cielo dejaba colarse una luz primigenia que alumbró tu colchón y mis ganas de cubrirme también la cara con tu pelo, y mi boca con tu boca dulce, contraria a todo el deshielo cordillerano que había circulado por ella durante esa noche.
El robo ha de ser manifestación en contra de tu despertar de gesto araucano, con tu beatle y un pantalón verde, con canela en tus bolsillos, el colet junto a tus zapatos, con dolor de cabeza por todo el humo insolente y por tus xilografías atrasadas que aún no nacían y ya tenían fecha de entrega.
Un flautista me despidió en tu puerta esa tarde de sol después de la lluvia. Llevaba tus ojos.