jueves, 26 de agosto de 2010

La foto con el texto perfecto

Verano era una palabra tranquila y suave que traía consigo ese sabor a modorra y piel de pipa, a tardes muertas de calor en una infancia ya dejada. Verano ahora es la vuelta al pueblo, la pérdida temporal de esa falsa independencia que da estudiar fuera de casa. Pero este verano es diferente, porque te quiero y estás lejos. Quiero verte. Quiero Mediterráneo. Quiero besos con sal, contigo. Pero es verano, no tenemos un duro y toca casa, cena de familia, devolver a papá los abrazos que no pude darle durante el curso. Y yo sólo pienso en verte, en convertir en metros los kilómetros, en compartir mis veinte veranos contigo. Me llamas. Tus abuelos dejan libre el apartamento de la Rápita una semana. Me recoges en la estación y estás tan guapo que no me atrevo ni a tocarte. El apartamento es viejo y huele a rancio, pero subes las persianas y me quedo muda, con el mar ahí colándose por la ventana. Te pido que llevemos la cama al salón y cuando amanece nos despertamos, como aquella vez, con el sol en los ojos y un poco de frío en los huesos.

domingo, 15 de agosto de 2010

pregúntame no más:

¿cómo transformar una oncecita de viernes en un tú desnudo sobre mi cama, diciéndome que va a temblar muy fuerte pronto , que te dará mucho miedo si estoy aquí, que vendrás a verme?

¿Cómo pasar de un momento a otro a tener mi pezón descubierto, y apagar la luz porque un tipo de rojo en el balcón del frente lleva rato donde mismo, y según tú con binoculares?

¿Cómo nos adelantamos a septiembre bailando al son de unas cuequitas bravas con el aire entre tu ombligo y mi vientre?

Pregúntame no más, yo invento las respuestas corazón

miércoles, 11 de agosto de 2010

Odio tanto cuando suena tu teléfono con esa música de Valparaíso triste y me dices que me alcanzas luego. Tu maldita vida paralela, que no vengas ya a quedarte conmigo y que todas esas veces anteriores ahora sean recuerdos de un tiempo mejor, más tibio, más juntos, más soñado, cuando todo podía ser aún, y no habías tirado las cartas como lo hiciste esa once de vuelta de vacaciones de invierno.
Odio mucho más el tratar de completar esos fragmentos tuyos que no dices, ir a buscarte y encontrar un vaso a cada lado de tu cama, sentir que ya no es igual, que aunque me cueste nunca fuiste tan absoluto, que dejar de nombrarla no la borraba.
Odio la lentitud de los procesos humanos, y el no poder arrancarte de raíz, y que irremediablemente fracasen todos mis intentos por buscar a alguien más a quien amar.