lunes, 26 de marzo de 2012

vienes un sábado por la noche a decirme
que no es real
y que no siga intentándolo
que si no lo hice por ti
tampoco lo haré por él

Cita a las 3 en la notaría para firmar mi finiquito
me bajo en Franklin y subo esa escalera mecánica larguísima
y aunque no quiera
en la cima siempre estarás tu
con tus piernas flacas y camisas cortas
esperando a que mi pelo se ponga del color del tuyo


lunes, 5 de marzo de 2012

Hay veces en que comienzo libretas que nunca termino de llenar. Me gusta tomarlas luego y releerlas, volver a sentirme similar a ese momento. Hoy empecé una y escribí de ti, quizás porque te lo debía y me lo debía a mi también; quizás porque el corazón jamás deja de latir, de decir y reclamar, quizás porque me gusta imaginarte leyéndome como lo haces siempre.

Camisita verde
me dices que me amas en la ventana
mientras pelo mi naranja
con mi chasquilla larga en el desayuno.
Me regalas té de limón y cocinas agridulce para los dos.
Yo te toco los labios con mi dedo
para decirte que te quiero besar esa boca bonita y tan pequeña.
Ayer empezaste a usar chalitas
y hoy nos tomamos un jugo de papaya
mientras los de la micro nos miraban
adivinando quizás
que los bichitos verdes en nuestros brazos a la sombra de ese árbol
van a quedar indiscutiblemente en los dos
y será el parque El Llano otro más de los telones
de esta preciosidad de sentirte un poquito más acá
tal cual lo siento cuando me rozas en el supermercado
cuando me besas el pelo en la escalera mecánica
o me coges la manito por debajo de las cosas que llevamos
para almorzar juntos mañana
again
Caminando por el parque El Llano me cuentas de tu amor por las niñas y esa hija imaginaria a quien enseñarle a no extrañarte para cuando te vayas. Pensamos en lo erótico de las máquinas de ejercicios, te sacas tu cortaviento y me tapas el sol con tu cabeza mientras hablamos de cafés con piernas y de la inmediatez del gesto.
Te devuelves a buscar el colet que perdí y entras al banco con bicicleta sosteniendo mis libros mientras hablo por teléfono de la Colomba con mamá y pierdo mis billetes azules nuevos.
Nos sentamos en una plaza, tu enciendes un cigarrillo y yo aprendo las cicatrices de tus manos. Detrás de tus marcos rojos hay ojos llenos de ternura pícara que se funden con esa bufanda de partido socialista que aún no existe, con tus obsesiones vaqueras de permanecer, protegiéndome de los susurros, develando lo que callo cuando te veo mientras tu boca se mueve y tu voz sale suave y entiendo lo que dices y lo que no también.
Una foto de los dos entre las escaleras mecánicas del metro Franklin, con esa luz, parados, aplazando el subirte a la bici y el tomar esa escalera sin voltear, despidiéndonos para quedarnos igualmente junto al otro, sin otra certeza más que la de saber que nuestras sonrisas se encuentran, que los abrazos te guardan, que cada segundo cuenta en este otoño lleno de algo que no se decir, y que tampoco necesita ser nombrado para existir.