viernes, 6 de abril de 2012

Nadie más en el mundo sabía que nos encontrábamos ahí ese domingo
con ese calor de febrero
en ese pueblito de las maravillas.
Luego de ver el kalimba y sacarle sonidos, llegamos:
era un patio de bonsais,
de fondo música clásica y una atmósfera de paz y tibieza única.
No sentí ganas de hacer fotografías
recuerdo que solo miraba cuantos años tenía cada uno,
y cual era como sacado de un micro bosque.
Ganó uno que era de tronco delgado, alto y hojas rojizas muy otoñal
pensé que lo había visto mil veces en avenidas, con sus hojas de tres puntas,
que he guardado entre medio de libros para que se mantengan estiradas.
Hablábamos bajito,
caminábamos lento entre ellos,
sus macetas era piedras largas y planas.
De no haber sido por ti jamás hubiese llegado a ese lugar
y hoy lo escribo porque se han cruzado tres cosas lindas: en mi velador descansa la primera novela de Zambra llamada Bonsai; en mi sueño de la mañana nos regalaban ese bonsai lindo que descansa en el departamento de tu madre; y hoy nos reencontramos y en algún momento de la tarde, cuando te tenía en mis brazos, sentí que vivíamos en ese micro mundo de lo calladito y mágico.

No hay comentarios: